jueves, 10 de septiembre de 2015

Alimentos ultraprocesados responsables de la obesidad en América Latina

Según un reporte de la Organización Mundial de la Salud, los alimentos ultraprocesados constituyen un motor de la epidemia de obesidad en la región
No hay más que detenerse a observar qué es lo que las personas generalmente prefieren comer, para corroborar la certeza de un nuevo reporte de las Organizaciones Pana­mericana y Mundial de la Salud (OPS/OMS) que alerta sobre el peligro de los alimentos ultraprocesados como motor de la epidemia de obesidad en América Latina.

Nuestro propio entorno es un indicador suficiente, si tenemos en cuenta que de acuerdo con los resultados de la III Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, realizada en el año 2010, más del 40,4 % de la población cubana de 15 años y más, no realiza actividad física suficiente, y la obesidad en su forma global, que incluye el sobrepeso, representa un 43,8 %, teniendo entre sus condicionantes los hábitos no saludables de alimentación.

Justamente, según refiere el texto de la OPS/OMS los alimentos procesados industrialmente, las bebidas azucaradas y la comida rápida están desplazando a las dietas tradicionales más nutritivas, lo que genera efectos alarmantes en la salud.

De ahí que los expertos señalen la urgente necesidad de regular el mercado para revertir esta tendencia en la región y en todo el mundo, ante el incremento constante de las ventas de este tipo de productos.
El nuevo informe Alimentos y bebidas ultraprocesados en América Latina: tendencias, efecto sobre la obesidad e implicaciones para las políticas públicas —y que incluye el estudio en 13 países de la región— muestra que del 2000 al 2013 las ventas per cápita de estos productos aumentaron en América La­tina, aun cuando las ventas de los mismos estaban disminuyendo en América del Nor­te. “El incremento del consumo se correlaciona fuertemente con el aumento del peso corporal promedio, lo que indica que estos productos son un importante motor en el crecimiento de las tasas de sobrepeso y obesidad en la región”, refiere.

De acuerdo con Enrique Jacoby, asesor so­bre Nutrición y Actividad Física de la OPS/­OMS, “estos productos no están diseñados para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas; sino para que se conserven por mucho tiempo en los estantes. “Generan de­seos incontrolados de consumo que llegan a dominar los mecanismos innatos de control del apetito y hasta el deseo racional de dejar de comer. Por eso resultan doblemente perjudiciales: son casi adictivos y eso lleva au­mentar el sobrepeso y la obesidad, al tiempo que sustituyen los alimentos frescos, que son la base de una dieta natural rica en nutrientes”, añadió Jacoby.

El informe examina las ventas de productos, incluyendo las bebidas carbonatadas no al­cohó­licas, refrigerios dulces y salados, cereales de desayuno y barras, golosinas, helados, bebidas deportivas y energéticas, jugos de frutas y ve­getales, té y café embotellados, pastas para untar, salsas y comidas preparadas.

Asimismo, el reporte sostiene que estas tendencias son el resultado de cambios en el sistema internacional de alimentos traídos por la globalización y la desregulación del mercado, que han aumentado la penetración de las corporaciones alimentarias extranjeras y multinacionales en los mercados nacionales. El informe presenta los datos de 74 países en el mundo, que muestran una fuerte correlación entre las ventas de productos de alimentación ultraprocesados y la desregulación del mercado.

En ese sentido Jean-Claude Moubarac, un experto en nutrición de la Universidad de São Paulo que realizó el estudio encargado por la OPS/OMS, explica que “América La­tina y otras regiones en desarrollo se han con­vertido en atractivos mercados para los fabricantes de alimentos industriales, especialmente cuando los mercados de altos in­gresos se saturan o incluso empiezan a reducir el consumo de estos productos”.

“Estos mercados se están expandiendo de­bido al crecimiento demográfico, la urbanización y el aumento de los ingresos. Pero el comercio de los países, las políticas fiscales y de regulación son igualmente importantes. Ellos determinan la fijación de precios, la disponibilidad y asequibilidad de los alimentos. Junto con la comercialización y los cambiantes estilos de vida, estos son los principales factores determinantes de lo que la gente elige para comer”, señaló.

América Latina es el cuarto mayor mercado del mundo en ventas per cápita de productos alimenticios y bebidas ultraprocesadas, después de América del Norte, Oceanía y Europa Occidental, según este informe.

Entre las recomendaciones del estudio para frenar el aumento del consumo de alimentos ultraprocesados y las crecientes tasas de obesidad y sobrepeso en América Latina, el informe propone que los gobiernos, la comunidad científica y las organizaciones de la sociedad civil apoyen e implementen políticas para proteger y promover la elección de alimentos saludables.

“Estas políticas pasan por campañas de in­formación y educación, pero también por la aprobación de normativas sobre precios, in­cen­tivos, agricultura y comercio para proteger y promover la agricultura familiar, los cultivos tradicionales, la inclusión de los alimentos frescos de origen local en los programas de al­muerzo escolar, y la promoción de las habilidades domésticas de preparación de alimentos y cocinar. Estas medidas están en consonancia con el Plan de Acción para la Prevención de la obesidad en niños y adolescentes de la OPS/­OMS que se aprobó en el 2014 y también llama a es­tablecer límites estrictos a la comercialización de productos alimenticios poco saludables pa­ra los niños”, detalla el texto.

“No es demasiado tarde para cambiar es­tas tendencias”, afirmó Jacoby. “Las culturas alimentarias basadas en las comidas en familia y en alimentos no procesados o mínimamente procesados viven y gozan de bue­na salud en América Latina, aunque en­fren­tan una seria amenaza debido a la co­mer­cialización muy agresiva y a los cambios en el estilo de vida”, añadió.

“Necesitamos consumidores educados para crear demanda de alimentos mejores y más sa­ludables, y necesitamos que los gobiernos desempeñen un papel activo en la creación de este tipo de sistemas a través de reglamentos e incentivos. Estas acciones son fundamentales para revertir el impacto negativo en la dieta y la salud de la globalización”, concluyó.

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