martes, 6 de mayo de 2014

Prebióticos, la fibra que protege la salud

  • Consumir prebióticos no solo favorece la flora intestinal sino que mejora la absorción de ciertos minerales y la síntesis de vitaminas del grupo B.
El consumo de prebióticos, si bien no como los conocemos actualmente, se remonta a la dieta homínida, básicamente vegetal y anterior al género Homo. Posteriormente, a pesar del aumento del consumo de carne y otros alimentos, no se abandonó el consumo de frutos, semillas y tubérculos, lo que ha dado lugar al modelo omnívoro propio de nuestros días.

Los prebióticos están constituidos por moléculas de gran tamaño que forman parte de la fibra alimentaria, si bien no todas las fibras tienen actividad prebiótica. Un prebiótico se define por tres características: ha de ser una sustancia que no se degrade ni se absorba durante su tránsito por el tramo digestivo superior (estómago e intestino delgado); debe sufrir una fermentación bacteriana una vez alcanzado el colon; y, por último, esta fermentación ha de ser selectiva, es decir, favorecer la actividad y la proliferación de determinadas bacterias intestinales que ejercen efectos beneficiosos para la salud del huésped (bifidobacterias y lactobacilos). 

Se diferencian, pues, de los probióticos en que estos proporcionan bacterias exógenas vivas a la microflora, mientras que los prebióticos favorecen el crecimiento de estas bacterias a base de aportarles diferentes sustratos. Su acción tiene lugar en el intestino grueso o colon, donde las bacterias de la microbiota intestinal fermentan los prebióticos alimentarios.

Entre los prebióticos, destacan los fructooligosacáridos (FOS) o fructanos, la maltodextrina, el almidón resistente, la lactulosa y los galactooligosacáridos (GOS) de la leche materna. Estos componentes de la fibra ejercen un efecto beneficioso sobre la microbiota que habita el intestino. Entre los prebióticos destaca la inulina, un fructano común en diente de león, achicoria, ajo, cebolla, alcachofa, espárrago y ágave (el alcohol del mezcal y el tequila proceden de ella). Se ha mostrado eficaz para tratar el estreñimiento en personas mayores, pues ayuda a restablecer las bifidobacterias que disminuyen con la edad.

Se pueden encontrar mayoritariamente en alimentos de origen vegetal y en la leche materna. Las fuentes principales son el ajo, la cebolla, las alcachofas, los plátanos y otras frutas, la miel, el trigo, la avena y otros cereales, la soja y demás legumbres, los espárragos, la achicoria y el puerro.

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